viernes, 4 de noviembre de 2016

MUJER, DEMOCRACIA Y AMNISTÍA.

En 1993  Fernanda Romeu Alfaro publicó su libro "El silencio roto. Mujeres  contra el franquismo" y lo hizo por sus propios medios, hasta que en 2002 lo publicó El Viejo Topo. El libro recoge documentación y testimonios orales muy ilustrativos, en su mayoría de mujeres comunistas y no por parcialidad alguna, sino debido a que el Partido Comunista (PCE) fue el principal partido de la lucha antifranquista.
represaliadas de Franco
( FUENTE:http://todoslosrostros.blogspot.com.es/2008/06/discriminada-y-explotada-durante-la.html )

Sentada esa premisa, nuestra historia tiene dos grandes etapas, que giran, a mi juicio,  en torno a dos prototipos femeninos:  la primera, la de las dos décadas de la larga y sangrienta posguerra española, cuyo referente son "las mujeres de los presos"; mientras  la segunda etapa se inicia en la década de 1960, con la creación del Movimiento Democrático de Mujeres (1965), y  tiene de referente a "las amas de casa rojas".
Ser "mujer de preso" era un estigma, por un lado, y un concepto de denuncia de la represión por partida doble; por el lado del varón privado de libertad y cuyo estatuto de preso político la dictadura negaba a fin de brutalizar la disidencia; y  por el lado de la mujer, que se suponía esposa, en cuanto familiar de primer grado, pero que integraba las posibles variantes de podía ser madre, hija o hermana. Todas ellas, marcadas física y psicológicamente por el parentesco, y los riesgos que llevaba aparejado.
Así, el genérico masculino "preso", que incluía a las presas en el lenguaje de la época,  podía contribuir a la invisibilidad de las mismas. Cuando, como veremos, las presas y las mujeres de presos tuvieron el reconocimiento de ser las principales destinatarias de los requerimientos del Partido y de organizaciones actuantes en el exilio, caso de la Unión de mujeres Antifascistas Españolas (UMAE).

A lo largo de la década de 1950, las cárceles se nutren de las caídas de enlaces estafetas de la guerrilla campesina, en la que muchas madres y hermanas de guerrilleros fueron apresadas;  y se suceden las campañas por la amnistía con escasa fortuna.
En "las mujeres de presos" hay mujeres militantes más politizadas, por sus vivencias democráticas durante la República; otras no lo son y  están menos concienciadas y más indefensas en la lucha por la supervivencia económica de sus hogares. Y a veces  llegan a las puertas de los penales y cárceles, tras largos y costosos viajes.
Reformatorios de Mujeres gestionados por la Iglesia.(FUENTE:SOMOS LAS NADIE )
Hay cárceles que son tumbas. Por eso, son los presos políticos los que en 1959 denuncian, en una carta dirigida a la Federación Mundial de Mujeres Democráticas, la situación de las presas de Alcalá de Henares, que sufren  largas condenas y horribles enfermedades.
En la década de 1960, entre el desarrollismo económico  y el relevo generacional, la situación cambia, y la petición de Amnistía General se concreta en diversas formas de lucha por parte de las mujeres: pliegos de firmas y cartas a los represores sanguinarios, caso del Coronel Eymar, presidente del Tribunal para la Represión de Actividades Extremistas.
En julio de 1961, fue un hito la manifestación de 200 mujeres en Madrid, después de concentrarse ante el Ministerio de Justicia, y una campaña internacional por la Amnistía que obligó a Franco a dar un indulto.
Otro hitos tenían lugar en los años siguientes, en solidaridad con las huelgas de la minería asturiana de 1962 y 1963,  y la célebre "campaña de los obispos", en la que grupos de mujeres visitaban a los prelados de su diócesis para que intercediera.
Los prelados no hicieron nada, y en cuestión de opinar, el arzobispo de Zaragoza opinaba que los presos no tenían que estar en la cárcel sino fusilados.

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