Quedamos en que la militancia femenina del Partido Comunista se identificaba con la actuación del Movimiento Democrático de Mujeres, con su programa y su búsqueda de plataformas legales. Y razón por la que se trataba de crear asociaciones de amas de casa, amparadas por la Ley de Asociaciones de 1964. Un amparo fácil para las asociaciones franquistas, pero no para la oposición radical que era nuestro caso.
Encarna Ruiz Galacho |
Para burlar el control represivo se necesitaba, de entrada, una junta directiva de mujeres a ser posible de clase media y, por supuesto, sin antecedentes penales personales y familiares. Y eso si se conseguía era lo que podía iniciar la trayectoria del fenómeno luego conocido por las amas de casa rojas.
El otro procedimiento era el de la infiltración en las asociaciones de las falangistas, pero además de ir con pies de plomo, en cuanto se olían la presencia de comunistas, las energúmenas avisaban a la policía secreta o el Gobierno Civil, con el que tienen hilo directo. La experiencia de Madrid fue en ese sentido taxativa.
Como yo había militado antes en el Frente de Liberación Popular, conocía "El segundo sexo", de Simone de Beauvoir, y tenía una idea de la militancia clandestina de partido y la actuación en las plataformas legales, conocida por "entrismo". Y esto se hacía a todos los niveles, desde el sindical al cultural, caso de Amigos de la Unesco, que también dio juego.
Cuando llegué a Sevilla el Partido tenía ya creado una asociación de amas de casa, con una junta directiva que se había limitado a dar sus nombres para legalizarla. Mi misión era darle impulso. Así que en el otoño de 1967 con 21 años y después de tener a mi primer hijo, inicié el activismo con otras compañeras del Partido y simpatizantes y algunas otras de movimientos católicos de izquierda.
Nos reunimos en el local de la Vanguardia Obrera Católica, en la calle de Jesús del Gran Poder, y cuando lo cerraron fue una gran pérdida; había que buscar con lupa alguna parroquia y centros cultural para estar bajo techo.
La mayoría éramos muy jóvenes y teníamos poca pinta de amas de casa tradicionales, y no digamos cuando venían las chicas de las Comisiones Obreras Juveniles; las compañeras de más edad las de SACA, que fueron en 1966 las pioneras de la participación de las mujeres en el conflicto obrero, frente al cierre de esta empresa.
Para ser más pluralistas y reclutar personas de más edad fuimos a ver a la veterana socialista Dulce del Moral, que presidía la sociedad protectora de animales, pero ésta nos caló enseguida y declinó el ofrecimiento. Entonces el PSOE de Rodolfo LLopis era partidario del quietismo.
Luego nos organizamos por barrios, iniciando el barrialismo reivindicativo, en el trienio de 1968-1970, por el equipamiento social, un fenómeno que algún analista refiriéndose al enfoque del MDM llamó con acierto los intereses prácticos de género. Justo, lo que no entendería el feminismo libresco posterior.
El trabajo de base lo combinamos con las charlas sobre "la promoción de la mujer", eufemismo tras el cual se trataba de decir algo sobre la opresión femenina dentro y fuera de la familia. Las charlas solían darlas las compañeras que eran maestras de escuela: Rosa Benítez, María G. Lérida y Carmen Grosso.
Solíamos ir con cariño a los barrios obreros, y Bellavista fue el que con diferencia brindó más posibilidades; allí estaba el Centro Cultural de la fábrica Uralita, que tenía una directiva potable ; y allí dimos algunas charlas hasta que la Guardia Civil las cortó.
Fdo: Encarna Ruiz Galacho
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