El
pacto de izquierda de PSOE y PCE en los ayuntamientos y diputaciones
provinciales supuso la oportunidad para el PCE de verse gobernando en
pequeños y medianos municipios, ya que solo obtuvo una capital de
provincia, Córdoba. Como era de prever el Gobierno de UCD utilizó
el bloqueo económico y legislativo y la hostilidad de los
gobernadores civiles para que los nuevos ayuntamientos lo tuvieran
más difícil. Por eso se denunciaba que en los Presupuestos
Generales del Estado para 1980 se escamoteaban a los Ayuntamientos
más de 30.000 millones ya comprometidos. El Gobierno había
retrasado sine die la presentación del proyecto de la Ley de
Régimen Local. No sin subrayar la oposición el diferencial de
España con Europa, pues los recursos de las corporaciones locales en
España no llegaban al 9% de los ingresos totales del sector
público, mientras en cualquier país europeo no bajaban del 25%.
Pero
respecto al pacto municipal, los comunistas se felicitaron de que el
PSOE, en su congreso extraordinario de 1979 (el del abandono del
marxismo), hubiese ratificado el pacto y con ello la disposición a
intensificar su actividad en las corporaciones locales. Pensaban que
eso debía significar la elaboración conjunta de Planes de Actuación
Municipal para 1980, en base a la aprobación de un Presupuesto
orientado a potenciar las inversiones sociales y la definición de
una línea de información de las corporaciones locales a los
ciudadanos.
El
pacto funcionaba mejor en los municipios pequeños y medianos, allí
donde había más alcaldes comunistas y la concreción de mejoras y
la comunicación con el vecindario era más fluida y efectiva. En el
caso de las grandes aglomeraciones urbanas, buena parte de las cuales
tenían alcaldes socialistas, el pacto chocaba con el problema al que
en teoría debía ser más sensible: la participación y presión del
movimiento popular y ciudadano, porque eso era, justamente, lo
que más enojaba a "los compañeros socialistas" , y por lo
cual acusaban a su socio, el PCE, de "deslealtad", de
echarle a la gente encima.
La
dirección del PCE valoraba la política de unidad de izquierda como
a una forma de combatir el desencanto subyacente, poniendo el foco en
la gestión democrática, eficaz y participativa. Y en este sentido
se rechazaba la crítica interna del tipo: "la UCD es la derecha
y hay que ir contra ella", y "el PSOE es la traición y no
se puede hacer nada con ellos". Pero eso significaba decir que
más vale solos que mal acompañados. Y a lo que se replicaba con
preguntas de este signo "¿Qué política de alianzas hacemos,
entonces? ¿Con quién nos aliamos?".
La
implantación del PCE en las asociaciones de vecinos era una cultura
adquirida en la lucha contra el franquismo y un principio básico, se
decía, de su política municipal, pero no "desestabilizar",
no poner en peligro el pacto significaba sacrificar el desarrollo del
movimiento popular y ciudadano. Los problemas del urbanismo, la
vivienda y la falta de equipamientos sociales habían sido los ejes
reivindicativos en las grandes ciudades bajo el franquismo y lo
siguieron siendo en la transición política. Pero el declive del
movimiento ciudadano sería irreversible. En su lugar aparecieron
iniciativas de tipo deportivo-festiva y por supuesto inofensivas, en
calidad de ejemplos a seguir, caso del exitazo que había tenido en
Madrid "el día de la bicicleta", en aquellas fechas, con
más de 50.000 participantes.
Firmado
: Encarna Ruiz Galacho