miércoles, 29 de julio de 2015

SOBRE LA GESTIÓN DE LOS AYUNTAMIENTOS DE IZQUIERDA (IV)


El pacto de izquierda de PSOE y PCE en los ayuntamientos y diputaciones provinciales supuso la oportunidad para el PCE de verse gobernando en pequeños y medianos municipios, ya que solo obtuvo una capital de provincia, Córdoba. Como era de prever el Gobierno de UCD utilizó el bloqueo económico y legislativo y la hostilidad de los gobernadores civiles para que los nuevos ayuntamientos lo tuvieran más difícil. Por eso se denunciaba que en los Presupuestos Generales del Estado para 1980 se escamoteaban a los Ayuntamientos más de 30.000 millones ya comprometidos. El Gobierno había retrasado sine die la presentación del proyecto de la Ley de Régimen Local. No sin subrayar la oposición el diferencial de España con Europa, pues los recursos de las corporaciones locales en España no llegaban al 9% de los ingresos totales del  sector público, mientras en cualquier país europeo no bajaban del 25%.



Pero respecto al pacto municipal, los comunistas se felicitaron de que el PSOE, en su congreso extraordinario de 1979 (el del abandono del marxismo), hubiese ratificado el pacto y con ello la disposición a intensificar su actividad en las corporaciones locales. Pensaban que eso debía significar la elaboración conjunta de Planes de Actuación Municipal para 1980, en base a la aprobación de un Presupuesto orientado a potenciar las inversiones sociales y la definición de una línea de información de las corporaciones locales a los ciudadanos.

El pacto funcionaba mejor en los municipios pequeños y medianos, allí donde había más alcaldes comunistas y la concreción de mejoras y la comunicación con el vecindario era más fluida y efectiva. En el caso de las grandes aglomeraciones urbanas, buena parte de las cuales tenían alcaldes socialistas, el pacto chocaba con el problema al que en teoría debía ser más sensible: la participación y presión del movimiento popular y ciudadano, porque  eso era, justamente, lo que más enojaba a "los compañeros socialistas" , y por lo cual acusaban a su socio, el PCE, de "deslealtad", de echarle a la gente encima.





La dirección del PCE valoraba la política de unidad de izquierda como a una forma de combatir el desencanto subyacente, poniendo el foco en la gestión democrática, eficaz y participativa. Y en este sentido se rechazaba la crítica interna del tipo: "la UCD es la derecha y hay que ir contra ella", y "el PSOE es la traición y no se puede hacer nada con ellos". Pero eso significaba decir que más vale solos que mal acompañados. Y a lo que se replicaba con preguntas de este signo "¿Qué política de alianzas hacemos, entonces? ¿Con quién nos aliamos?".

La implantación del PCE en las asociaciones de vecinos era una cultura adquirida en la lucha contra el franquismo y un principio básico, se decía, de su política municipal, pero no "desestabilizar", no poner en peligro el pacto significaba sacrificar el desarrollo del movimiento popular y ciudadano. Los problemas del urbanismo, la vivienda y la falta de equipamientos sociales habían sido los ejes reivindicativos en las grandes ciudades bajo el franquismo y lo siguieron siendo en la transición política. Pero el declive del movimiento ciudadano sería irreversible. En su lugar aparecieron iniciativas de tipo deportivo-festiva y por supuesto inofensivas, en calidad de ejemplos a seguir, caso del exitazo que había tenido en Madrid "el día de la bicicleta", en aquellas fechas, con más de 50.000 participantes.







viernes, 24 de julio de 2015

EL PACTO MUNICIPAL DE IZQUIERDA DE 1979 (III)

De cara a la gobernabilidad la ley electoral contemplaba la formación de coaliciones postelectorales, y por eso el pacto de izquierda supuso la derrota de UCD. La mayoría absoluta de ediles elegía el alcalde, y eso era algo por lo que el PCE había luchado en solitario. En su proposición de ley sobre la "Reforma Urgente de la Administración Local", el grupo parlamentario comunista rechazó cualquier semejanza entre los futuros alcaldes con el poder presidencialista de que gozaban los alcaldes franquista; además proponía que el desempeño de los cargos de alcaldes y concejales fuesen retribuidos (en beneficio de la dedicación exclusiva), y liberar a los ayuntamientos de las deudas  públicas y privadas que tenían acumuladas. Pues los ayuntamientos,  a los 40 años de herencia franquista directa añadieron los tres años de abandono por los gobiernos de la monarquía.



El acuerdo de las direcciones centrales de PSOE y PCE estableció, por tanto, el marco de actuación conjunta en los municipios españoles, siendo sus objetivos principales los siguientes:

1. Obtener la autonomía organizativa y financiera de los Ayuntamientos, garantizada por el artículo 140 de la Constitución.
2. Elaborar un plan de actuación municipal para solucionar las necesidades más urgentes de la población; dicho plan será establecido en base a los programas electorales de cada uno de los partidos firmantes.
3. Democratizar el funcionamiento interno de los Ayuntamientos, con vistas a  equilibrar las atribuciones del alcalde y los poderes de la Comisión Permanente y del Pleno de los concejales. En el caso de las ciudades descentralizar competencias a barrios y distritos.
4. Asegurar la eficacia, transparencia y honradez de la gestión municipal , informando a los ciudadanos de todos los asuntos importantes.
5. Desarrollar la participación ciudadana en la política local, mediante comisiones mixtas (Ayuntamiento-Asociaciones) para el estudio de los problemas que fuesen surgiendo.

En consecuencia,  los  partidos firmantes acordaban asegurar mayorías estables por sí o con otras formaciones progresistas, a tenor de los pasos siguientes:
1. Los concejales del PSOE y PCE votarían de alcalde al cabeza de lista más votada.
2. La gestión de los Ayuntamientos se llevaría a cabo mediante el reparto de responsabilidades administrativas establecidas en cada municipio sobre la base de estos acuerdos.
3. Los dos partidos se reunirán de forma inmediata en cada municipio para: a) fijar las líneas principales de un plan de actuación municipal en base a los programas electorales respectivos; b) reparto de responsabilidades entre los 2 partidos sobre la base del recuento  de puestos a cubrir y el cupo de cargos de cada partido, a tenor de la  proporción de concejales en cada uno de ellos.

En cuanto a la votación secreta para elegir alcalde, se comprometían a que cada uno de sus concejales diese a conocer su papeleta, antes de depositarla, a un compañero del otro partido. Asimismo, se indicaba que la toma de posesión de los nuevos alcaldes debía ser rupturista, en cuanto comienzo de una administración local democrática, y no aceptar, por lo tanto, ceremonias de transmisión de poderes respecto a la corporación municipal anterior.



Se observará asimismo que la retribución de alcaldes y concejales no fue objeto de polémica alguna; en los medios de la izquierda institucional se defendía que los cargos públicos estuviesen bien retribuidos, en base a tres argumentos principales: primero, para que no se dejasen sobornar o corromper; segundo, para que ganasen más que su subordinados, caso de los altos funcionarios, pues de lo contrario, se decían no tendrían autoridad sobre ellos y, tercero, para que a las listas de candidatos accediesen los titulados y expertos que de lo contrario optarían por la empresa privada. Y eso, compartido en los medios del PCE no era ejemplar ni educativo. Estaba y está en las antípodas de la defensa de los principios de la Comuna de París, que eran como se recordará el gobierno barato y los salarios de obreros en el desempeño de los cargos públicos, junto a la revocabilidad de los cargos.

Firmado :Encarna Ruiz Galacho

martes, 14 de julio de 2015

SOBRE LAS ELECCIONES MUNICIPALES DE 1979.EL PACTO DE IZQUIERDA (II)

       El 3 de abril de 1979 tuvieron lugar los primeros comicios locales del posfranquismo. Hubo que esperar al referéndum de la Constitución monárquica  (diciembre de 1978), para recorrer así el camino inverso del que, en abril de 1931, condujo a la II República. 


Las derechas y por ello el partido gobernante, Unión de Centro Democrático (UCD), temían al voto de las grandes ciudades, ya penalizadas en la ley electoral, por un lado, y con el retraso de los comicios locales, por otro. En este caso, la jugada de UCD fue, la de convocar elecciones por partida doble, primero, las legislativas el 1 de marzo y las locales después, el 3 de abril, a fin de que las primeras neutralizaran a las segundas. Pero la supuesta astucia le saldría mal en las dos consultas.



En las legislativas de 1979, UCD sacó el 34,84% de los sufragios, con lo que apenas mejoró los resultados del 15-J de 1977 (34,44%), logrando 2 escaños más;   el PSOE obtuvo tan solo poco más de un punto ( 30,40%)  y 3 diputados más, pues dos años antes había sacado el 29,32%;  mientras el Partido Comunista de España (PCE) que en 1977 había obtenido el 9,37% y 19 escaños ganó algo más de un punto y 23 diputados.  Aunque a los que les fue rematadamente mal fue a los neofranquistas de Alianza Popular, ahora denominados Coalición Democrática, que bajaron del 8,2 al 6,05 por ciento. En consecuencia, los resultados de los grandes partidos apenas se modificaron, tal como preveía la dirección del PCE, nada partidario de la convocatoria de las legislativas del 1 de marzo. En cambio, lo que sí resultó sorprendente en aquellos comicios fue la triunfante irrupción de los partidos regionales y nacionalistas, deseosos de copar la España de las Autonomías.


En esa tesitura, las expectativas de los comicios locales del 3 de abril tropezaron con una baja participación, el 62,5%, una de las menores, y con resultados electorales nada asombrosos. UCD, el partido que las había estado retrasando, volvió a ser el partido más votado, con el 31,46%,  tres puntos por debajo de los obtenidos en las legislativas; el PSOE, con el 28%  también perdió dos puntos, si bien en comunidades  como Madrid y Valencia obtuvo el 39,39% y el 35,55% respectivamente, pero no llegó al 20% ni en Euskadi, Galicia y  Canarias. En cambio, los comunistas del PCE y los comunistas catalanes (PSUC) lograron  2.139.603 votos en el conjunto nacional , equivalente al 12,83%, siendo sus mejores resultados regionales los de Cataluña (20,25%), y Andalucía (17,69%.)

A la vista de lo cual e  inmediatamente después de los comicios,  el pacto municipal de PSOE y PCE se encargó de reducir drásticamente los resultados de UCD, que solo logró retener  la alcaldía en 24 ciudades, y de ellas 20 capitales de provincias. El pacto, de izquierdas firmado el 18 de abril y abierto a otros aliados,  permitió gobernar más del 70% de las ciudades, siendo el PSOE su principal beneficiario, que obtuvo la alcaldía de 23 capitales de provincia, encabezadas por Madrid y Barcelona,  y de numerosas diputaciones provinciales. Todo un poder institucional que le serviría de trampolín para dar 3 años después el salto al gobierno autonómico de Andalucía y al gobierno central, en octubre de 1982.

miércoles, 8 de julio de 2015

LA POLÍTICA DE "UNIDAD DE LA IZQUIERDA" ALGUNOS VIEJOS EPISODIOS (I).

La "unidad de la izquierda" fue promovida por el Partido Comunista de España (PCE),en cuanto alianza PCE-PSOE, desde los comicios locales de 1979, y tras los cuales fue suscrito el "pacto de izquierda". Con este pacto , el partido gobernante Unión de Centro Democrático (UCD), que había ganado los comicios en términos generales, vio reducido el triunfo a la mínima expresión. Si bien de los dos socios del pacto, el más beneficiado fue el PSOE, que obtuvo mucho poder institucional y con éste el escaparate idóneo de alcaldías y diputaciones provinciales para mostrar a los poderes fácticos que el socialismo hispano no tenía nada de lobo feroz. Añádase a lo cual la expansión del PSOE y su filial UGT en el área rural, tan importante en regiones de nutrido proletariado agrícola como Andalucía. (Una región que con el Estado de las Autonomías puso en valor su equivalencia a algunos Estados europeos, territorialmente hablando).




La gestación de la "unidad de la izquierda" ocurrió, por tanto, bajo la batuta del secretario general del PCE, Santiago Carrillo, "un genio de la táctica", según sus fervorosos partidarios, y un chapucero tacticista para sus detractores. Pero a lo que vamos, porque la política de "unidad de la izquierda" no solo ha sido inseparable del PCE sino de la propia Izquierda Unida (IU), con la que se pensó darle la alternativa, a mediados de los años 80. Y prueba de lo cual es que las disensiones en IU casi siempre tuvieron que ver con la persistencia de la relación con el PSOE y de este último como referente del voto útil de la izquierda. Y así hasta nuestros días.



Conviene pues reparar en una política de alianzas de tan largo recorrido, ya que ha sido una querencia tácita y expresa, en los medios del PCE-IU, y por ello consustancial al "régimen del 78". Aunque no sea baladí la diferencia de actitud del PSOE y el PCE al respecto, ya que mientras para los PSOE era cosa puntual e instrumental, y su escenario los gobiernos locales, para los PCE el asunto era estratégico, pues pensaban ir con los PSOE hasta el final de los tiempos. Y esto explica la persistencia del asunto.

El telón de fondo de esta "unidad de la izquierda" fue, obviamente, la derrota de las expectativas electorales del PCE en las legislativas del 15 de junio de 1977, primero, que la dirección de Carrillo achacó al "miedo" a votar comunista; algo traumático para un partido que había sido el principal partido de la lucha antifranquista, y que veía al PSOE que habían estado de "vacaciones´" convertido en el principal partido de la oposición. Cabía pensar en una remontada en las legislativas del 1 de marzo de 1979, pero el PCE no llegó a más de 23 escaños en el Congreso de los diputados. Con ello cundió el desencanto y el derrotismo provocado por el escaso reconocimiento electoral habido a la lucha antifranquista; porque además del PCE había en España otros partidos del área comunista que se batieron en los últimos años de la dictadura, y que ni siquiera lograron en las urnas acceder al arco parlamentario. Y eso contribuyó sin duda no solo a verse como perdedores sino al comunismo como una causa perdida.


Firmado Encarna Ruiz Galacho


miércoles, 1 de julio de 2015

GRECIA , NO HAY CAPITALISMO AMIGO.

Desde la izquierda puede hablarse de dos tipos de análisis y de conclusiones sobre la crisis de la deuda y la dramática situación de la población griega, uno, el análisis de superficie y, dos, el análisis marxista. Con el primero, a todas luces dominante, bordeando los límites del propio capitalismo, cabe oponerse al “austericidio”, a las políticas neoliberales de explotación de los trabajadores y expoliación de los pueblos; en consecuencia, el saqueo de Grecia por los bancos alemanes y franceses, interesados en que la deuda engorde, una deuda impagable cifrada en 120.000 millones de euros para cobrarle intereses a varias generaciones.



Y eso sobre el telón de fondo de que a la derecha europea no le gustase en absoluto que la coalición de la izquierda reformista griega, Syriza, ganara las elecciones el pasado mes de enero de 2015, con un programa antineoliberal; convenía por tanto que no se hicieran ni ellos ni los demás ilusiones sobre la posibilidad de un capitalismo bueno; por ello, después de estar negociando cinco meses sin resultado benévolo por parte de la "troika"- Comisión Europea, Banco Europeo y Fondo Monetario Internacional- el Gobierno de Syriza decidió convocar un referéndum exprés para el 5 de julio. Pues la "troika" solo ofrecía medidas draconianas de asfixia económica y de suicidio generacional, a la par que mostraban su desprecio por los negociadores de Syriza, creyendo así desmoralizar a sus votantes.

Se dice que las encuestas recientes en Grecia daban un aumento de intención de voto en un 11%, y un 63% de los encuestados decían no tener miedo a la salida del euro. Posiblemente, pensando en que eso signifique la salida del capitalismo, porque de no ser así difícilmente se librarán los trabajadores de los horrores que impone la salida de la crisis y que los griegos tan bien conocen.
En cambio, el análisis marxista sin derramar lágrimas de cocodrilo es mucho más certero y humanista , que el análisis de superficie y sus variantes. Carlos Marx escribió su obra magna Das Kapital, para que los trabajadores supieran la verdad del funcionamiento del modo de producción capitalista. Por ello fue el primero que dejó claro el mando del capital sobre la sociedad sin necesidad de pasar por las urnas, y desenmascaró la ilusoria creencia en salidas no traumáticas de las crisis económicas para el común de los trabajadores; pues no hay salida de la crisis, sin destrucción de empleo, y explotación y opresión redoblada, pues sobre la base del sufrimiento de las masas se restablece la ganancia capitalista y se impone la lógica del capital.

Por ello en todas las crisis económicas se acrecienta el paro forzoso y los gobiernos imponen "reformas laborales" que precarizan y desrregulan el mercado de trabajo, que llevan a la caída de los salarios, suben el IVA y los impuestos a las "rentas del trabajo", junto a los recortes sociales en pensiones de jubilación, sanidad y educación, y privatizaciones en el sector público, conducentes al empobrecimiento de una y mil maneras de los trabajadores asalariados, que son la mayoría de la población.

Por eso, para evitar la recurrencia infernal de las crisis que hunden a la clase trabajadora en el paro y la pobreza y a los pueblos en la desolación, hay que ir a los análisis de fondo. Como señala Rolando Astarita en su artículo "Grecia al borde del default": "Hay que luchar por arrancar toda mejora, por más parcial que sea, pero al mismo tiempo explicar por qué solo una economía organizada por los productores y en su beneficio puede dar una salida de fondo. Explicar por qué esto no será posible en tanto el Estado sea capitalista y subsistan las relaciones de explotación". Entonces sí que el "miedo" empezaría a cambiar de bando.


                                                                                        Firmado: Encarna Ruiz Galacho