sábado, 26 de noviembre de 2016

EL MACONDO DEL CANAL

Como es sabido, Macondo es el poblado ficticio de la novela Cien años de Soledad y de otras narraciones del escritor colombiano Gabriel García Márquez, galardonado con el premio Nobel, y máximo exponente del realismo mágico. Una narrativa, que suele definirse por el impulso de ahondar en la realidad a través de lo mágico que hay en ella. Siendo en esta línea en la que se inscribe el libro de Juan Clemente Sánchez, “La Rebelión del Olvido” .
PORTADA PRIMERA EDICION "LA REBELION DEL OLVIDO"


Con este motivo, el 22 de noviembre acudimos a la presentación de la segunda edición de esta novela, en el Teatro Duque, perteneciente a CCOO. Además de novelista y poeta, Juan Clemente Sánchez es compañero del sindicato provincial de CCOO de Sevilla. Por mi parte, decir que tengo las dos ediciones.
“La Rebelión del Olvido” , fue publicada hace casi 15 años, y ésta segunda ha sido reproducida por la editorial Aconcagua. Con la novedad de incorporar un pequeño prólogo del narrador Antonio Rodríguez Almodóvar, y la aportación de dos poetas, la introducción del Pedro Ibáñez Lérida y un epílogo del veterano Francisco Vélez Nieto.
La presentación fue amenizada por Antonio, un joven organista, que tocó varias piezas musicales, todas muy aplaudidas. Y en la mesa junto al autor y los dos poetas mencionados, intervino Alfonso Vidán, secretario general de CCOO-Sevilla.
Francisco Vélez Nieto, ex dirigente del PSOE y de la UGT que fue, con sus ochenta y pico años, puso de manifiesto que la temática y el escenario de “La Rebelión del Olvido” no le eran ajenos, y refirió algunas anécdotas tragicómicas de la tremenda pobreza de los vencidos y la larga posguerra que le tocó vivir.
Subrayó que Juan Clemente, siendo de una generación posterior, pues nació en 1960, y un autor claramente comprometido con la izquierda política y social, no hacía en su obra propaganda de partido. O sea, que no hacía el denostado realismo socialista.
La primera edición de “La Rebelión del Olvido” sirvió de material testimonial a la obra "El Canal de los Presos (1940-1962). Trabajo forzado: de la represión política a la explotación económica", (publicado en 2004), y con varias ediciones en su haber.
Habitantes del poblado del Cerro, familiares de operarios del Canal de los Presos.

Y eso, porque la barriada sevillana de Valdezorras, donde vivió Juan Clemente su niñez y que llama en su ficción el Valle de Miraflores, fue en su origen un poblado de chozas creado por las familias de los presos que hicieron el Canal del Bajo Guadalquivir. Cada día de trabajo del preso-esclavo equivalía a 3 días de condena.
El Canal de los Presos, en su tiempo la mayor obra hidráulica, con 170 kilómetros de longitud, pretendía regar 56 mil hectáreas entre Sevilla y Cádiz, y a beneficio de los terratenientes; actualmente riega 80 mil Ha.
Digamos que en 2014, El Canal fue declarado lugar de memoria por la Junta de Andalucía, y algunos municipios como los de Dos Hermanas y Rinconada erigieron un recuerdo a los presos esclavos y libertos que lo hicieron posible.
Valdezorras no fue, por supuesto, el único lugar de la periferia de la capital sevillana en el que se asentaron las familias de los presos. Bellavista y Torreblanca de los Caños fueron núcleos importantes, y en la provincia lo fueron El Quintillo y Los Merinales (Dos Hermanas), y El Palmar de Troya (Utrera).
Pero hasta ahora, Valdezorras, gracias a Juan Clemente, es el único Macondo del Canal.

Descarga el archivo


  Descarga el archivo EN INGLES

viernes, 18 de noviembre de 2016

EL MDM Y YO (2)

Quedamos en que la militancia femenina del Partido Comunista se identificaba con la actuación del Movimiento Democrático de Mujeres, con su programa y su búsqueda de plataformas legales. Y  razón por la que se trataba de crear asociaciones de amas de casa, amparadas por la Ley de Asociaciones de 1964. Un amparo fácil para las asociaciones franquistas, pero no para la oposición radical que era nuestro caso.
Encarna Ruiz Galacho 

Para burlar el control represivo se necesitaba, de entrada, una junta directiva de mujeres a ser posible de clase media y, por supuesto, sin antecedentes penales personales y familiares. Y eso si se conseguía era lo que podía iniciar la trayectoria del fenómeno luego conocido por  las amas de casa rojas.
El otro procedimiento era el de la infiltración en las asociaciones de las falangistas, pero además de ir con pies de plomo, en cuanto se olían la presencia de comunistas, las energúmenas avisaban a la policía secreta o el Gobierno Civil, con el que tienen hilo directo. La experiencia de Madrid fue en ese sentido taxativa.

Como yo había militado antes en el Frente de Liberación Popular, conocía "El segundo sexo", de Simone de Beauvoir,  y tenía una idea de la militancia clandestina de partido y la actuación en las plataformas legales, conocida por "entrismo". Y esto se hacía a todos los niveles, desde el  sindical al cultural, caso de Amigos de la Unesco, que también dio juego.
Cuando llegué a Sevilla el Partido tenía  ya creado una asociación de amas de casa, con una junta directiva que se había limitado a dar sus nombres para legalizarla. Mi misión era darle impulso. Así que en el otoño de 1967 con 21 años  y después de tener a mi primer hijo, inicié el activismo con otras compañeras del Partido y simpatizantes y algunas otras de movimientos católicos de izquierda.
Nos reunimos en el local de la Vanguardia Obrera Católica, en la calle de Jesús del Gran Poder, y cuando lo cerraron fue una gran pérdida; había que buscar con lupa alguna parroquia y centros cultural para estar bajo techo.
La mayoría éramos muy jóvenes y teníamos poca pinta de amas de casa tradicionales, y no digamos cuando venían las chicas de las Comisiones Obreras Juveniles; las compañeras de más edad las de SACA, que fueron en 1966  las pioneras de la participación de las mujeres en el conflicto obrero, frente al cierre de esta empresa.  
Para ser más pluralistas y reclutar personas de más edad fuimos a ver a la veterana socialista Dulce del Moral, que presidía la sociedad protectora de animales,  pero ésta nos caló enseguida y declinó el ofrecimiento. Entonces el PSOE de Rodolfo LLopis  era partidario del quietismo.
Luego nos organizamos por barrios, iniciando  el barrialismo reivindicativo, en el trienio de 1968-1970, por el equipamiento social, un fenómeno que algún analista refiriéndose al enfoque del MDM llamó con acierto los intereses prácticos de género. Justo, lo que no entendería el feminismo libresco posterior.



El trabajo de base lo combinamos  con las charlas sobre "la promoción de la mujer", eufemismo tras el cual se trataba de decir algo sobre  la opresión femenina dentro y fuera de la familia. Las charlas solían darlas las compañeras que eran maestras de escuela: Rosa Benítez, María G. Lérida y Carmen Grosso.
Solíamos ir con cariño a los barrios obreros, y Bellavista fue el que con diferencia brindó más posibilidades; allí estaba el Centro Cultural de la fábrica Uralita, que tenía una directiva potable ; y  allí dimos algunas charlas hasta que la Guardia Civil  las cortó.


Descarga el archivo

viernes, 11 de noviembre de 2016

El MDM (1)

Después de algunos tanteos la dirección del PCE, cuya idea era una organización de mujeres solidarias con los presos y por la Amnistía, aceptó la formación del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) en 1965. Este enfoque feminista lo defendía el grupo de mujeres comunistas madrileñas, lideradas por Dulcinea Bellido, Carmen Rodríguez y otras compañeras de Madrid.

Dulcinea y Carmen estaban casadas con dos dirigentes del PCE madrileño, Luis Lucio Lobato y Simón Sánchez Montero, con bastantes años de cárcel; y las dos habían participado activamente en las importantes movilizaciones de los primeros años 60 contra la represión y por la Amnistía.
Además el grupo de Madrid habían entrado en contacto con otras mujeres de movimientos católicos y sin partido, así como con las intelectuales y universitarias que daban sus primeros pasos en las tertulias y lecturas de corte feminista.
Dulcinea Bellido en un mitin del PCE. Plaza de Toros de Vista Alegre, Madrid.1978.
El primer programa del MDM (1968) empezaba por reivindicar, lo que se consideraba una cuestión de principios,  la incorporación de la mujer al trabajo extradoméstico, en cuanto  primer paso a dar en el camino de la emancipación de la mujer. Para facilitarlo se proponía la creación de guarderías en los barrios; la instalación de comedores y cantinas en los lugares de trabajo donde comer a un precio módico; la defensa de a igual trabajo, igual salario; y que las tareas domésticas fuesen compartidas.
Junto a la defensa de las libertades democráticas, el MDM exigía los derechos civiles: la derogación de la licencia marital, a la que estaban sujeta las mujeres casadas en todos los actos de su vida, incluido el hecho de no tener la patria potestad sobre los hijos hasta la muerte del padre.

Reivindicaba la mayoría de edad de la mujer a los 21 años, frente a los 25 años exigidos por ley, y hasta los cuales no podían abandonar la casa de los padres, si no era para casarse o entrar en una orden religiosa. También se solicitaba la igualdad de los hijos nacidos fuera del matrimonio, el matrimonio civil y el divorcio.
El MDM era una red clandestina y por ello necesitada de plataformas legales que preferentemente fueron algunos locales de movimientos católicos, para reuniones y charlas y, sobre todo, la infiltración en las Asociaciones de Amas de Casa, amparadas en la Ley de Asociaciones de 1964.
Madrid fue con diferencia el grupo más importante del MDM, con unas 300 mujeres en los primeros años 70, con un boletín "La mujer y la lucha", y un fuerte activismo en las campañas contra la carestía de la vida por la Amnistía.
En cambio, en Catalunya el MDM se malogró debido al conservadurismo del PSUC y no pudo remontar el estado de excepción de 1969. Otros lugares de implantación apreciable del MDM fueron Asturias, Galicia, Zaragoza y Valencia.
En 1971 el MDM de Madrid editó "La revolución sexual" de W. Reich y eso fue un escándalo en las filas puritanas del Partido, donde hasta las pusieron de "putas".
En 1975 se celebró el Año Internacional de la Mujer, y el MDM tuvo un papel destacado en la preparación de las I Jornadas por la Liberación de la Mujer, realizadas a poco de morir el viejo dictador. Asistieron unas 500 mujeres de 19 provincias.
En la transición democrática apareció la competencia del feminismo radical norteamericano y europeo, de corte más libresco y elitista. Las del MDM subrayaron la apuesta feminista, uniendo a su sigla el rótulo de "Movimiento por la liberación de la Mujer", y en ese sentido revisaron su programa (1976). Pero el conflicto no hacía más que empezar.

Descarga el archivo

viernes, 4 de noviembre de 2016

MUJER, DEMOCRACIA Y AMNISTÍA.

En 1993  Fernanda Romeu Alfaro publicó su libro "El silencio roto. Mujeres  contra el franquismo" y lo hizo por sus propios medios, hasta que en 2002 lo publicó El Viejo Topo. El libro recoge documentación y testimonios orales muy ilustrativos, en su mayoría de mujeres comunistas y no por parcialidad alguna, sino debido a que el Partido Comunista (PCE) fue el principal partido de la lucha antifranquista.
represaliadas de Franco
( FUENTE:http://todoslosrostros.blogspot.com.es/2008/06/discriminada-y-explotada-durante-la.html )

Sentada esa premisa, nuestra historia tiene dos grandes etapas, que giran, a mi juicio,  en torno a dos prototipos femeninos:  la primera, la de las dos décadas de la larga y sangrienta posguerra española, cuyo referente son "las mujeres de los presos"; mientras  la segunda etapa se inicia en la década de 1960, con la creación del Movimiento Democrático de Mujeres (1965), y  tiene de referente a "las amas de casa rojas".
Ser "mujer de preso" era un estigma, por un lado, y un concepto de denuncia de la represión por partida doble; por el lado del varón privado de libertad y cuyo estatuto de preso político la dictadura negaba a fin de brutalizar la disidencia; y  por el lado de la mujer, que se suponía esposa, en cuanto familiar de primer grado, pero que integraba las posibles variantes de podía ser madre, hija o hermana. Todas ellas, marcadas física y psicológicamente por el parentesco, y los riesgos que llevaba aparejado.
Así, el genérico masculino "preso", que incluía a las presas en el lenguaje de la época,  podía contribuir a la invisibilidad de las mismas. Cuando, como veremos, las presas y las mujeres de presos tuvieron el reconocimiento de ser las principales destinatarias de los requerimientos del Partido y de organizaciones actuantes en el exilio, caso de la Unión de mujeres Antifascistas Españolas (UMAE).

A lo largo de la década de 1950, las cárceles se nutren de las caídas de enlaces estafetas de la guerrilla campesina, en la que muchas madres y hermanas de guerrilleros fueron apresadas;  y se suceden las campañas por la amnistía con escasa fortuna.
En "las mujeres de presos" hay mujeres militantes más politizadas, por sus vivencias democráticas durante la República; otras no lo son y  están menos concienciadas y más indefensas en la lucha por la supervivencia económica de sus hogares. Y a veces  llegan a las puertas de los penales y cárceles, tras largos y costosos viajes.
Reformatorios de Mujeres gestionados por la Iglesia.(FUENTE:SOMOS LAS NADIE )
Hay cárceles que son tumbas. Por eso, son los presos políticos los que en 1959 denuncian, en una carta dirigida a la Federación Mundial de Mujeres Democráticas, la situación de las presas de Alcalá de Henares, que sufren  largas condenas y horribles enfermedades.
En la década de 1960, entre el desarrollismo económico  y el relevo generacional, la situación cambia, y la petición de Amnistía General se concreta en diversas formas de lucha por parte de las mujeres: pliegos de firmas y cartas a los represores sanguinarios, caso del Coronel Eymar, presidente del Tribunal para la Represión de Actividades Extremistas.
En julio de 1961, fue un hito la manifestación de 200 mujeres en Madrid, después de concentrarse ante el Ministerio de Justicia, y una campaña internacional por la Amnistía que obligó a Franco a dar un indulto.
Otro hitos tenían lugar en los años siguientes, en solidaridad con las huelgas de la minería asturiana de 1962 y 1963,  y la célebre "campaña de los obispos", en la que grupos de mujeres visitaban a los prelados de su diócesis para que intercediera.
Los prelados no hicieron nada, y en cuestión de opinar, el arzobispo de Zaragoza opinaba que los presos no tenían que estar en la cárcel sino fusilados.

Descarga el archivo