Estas palabras de
Ada Colau, dirigidas a la multitud congregada con motivo de su
investidura, marcan sin duda el signo del nuevo tiempo que vivimos.
Nunca habíamos oído decir a un cargo político electo apelar de
forma tan rotunda a la soberanía popular, al mandato imperativo, a
la revocabilidad y al "mandar obedeciendo". Por ejemplo,
ninguna petición de crítica a los ciudadanos con la acción de
gobierno se hizo en 1979, con motivo de los primeros comicios locales
postfranquistas y el pacto de izquierda postelectoral, suscrito en
aquella fecha por el PSOE y el PCE, ni tampoco en los decenios que
siguieron. Hay que convenir, sin duda y por ello, en la talla moral
de Ada Colau, la primera alcaldesa de Barcelona, en los últimos 36
años. Pues el vuelco electoral de Barcelona se inscribe, claro está,
en el vuelco electoral de las grandes urbes.
A tenor de los
datos, de las diez grandes ciudades del Estado español solo repiten
alcalde Bilbao (PNV) y Málaga (PP), y de las capitales de provincia
el PP gobernará 19 y el PSOE 17, pero ninguno de los dos lo hacen
en las tres ciudades más importantes: Madrid, Barcelona y Valencia.
En cuanto al poder institucional sobre las poblaciones urbanas
mayores de 50.000 habitantes, tenemos que el PP pierde nada menos que
el regimiento sobre 11 millones de ciudadanos, al reducirse a 4,9
millones el máximo de 16 millones de ciudadanos, que obtuvo en los
anteriores comicios de hace cuatro años. Y eso que el auxilio de
Ciudadanos ha evitado que no fuese más a pique el PP; lo prueba el
que Mariano Rajoy recurriese a Rivera para que el PP pudiese retener
las alcaldías de las 4 capitales de provincia de la Andalucía
oriental. Pues al no tener mayoría absoluta, el barrido del PP ha
sido cosa factible para los pactos postelectorales del PSOE y las
candidaturas de izquierda, calificados por el malhumorado Rajoy de
"excéntricos y sectarios".
Los
pactos postelectorales han seguido en parte la línea pactista del
79, como en el caso del acuerdo del secretario general del PSOE y el
coordinador general de IU para prestarse apoyo mutuo en 277
municipios; junto a esta línea tradicional ha destacado el nuevo
paisaje de las candidaturas de unidad popular, alineadas con Podemos,
dado que esta formación rehusó participar con su marca en los
comicios locales, y luego abocados a mantener un toma y daca con el
PSOE para mejorar posiciones y sacar alcaldías. Además, el hecho
de que el apoyo al PSOE de las candidaturas emergentes no haya sido a
cambio de sillones sino de exigencias en políticas sociales y
transparencia en la acción de gobierno es algo nuevo en comparación
con el pactismo del 79. Precisamente por ello, los dirigentes y
voceros del PP, en su desplome, no han dejado de vituperar los pactos
que le dejaban fuera de juego, y de amenazar con los males de la
"radicalidad", frente a la "estabilidad" de los
cementerios.
En definitiva, los
gobiernos locales triunfantes de Barcelona, Madrid, Zaragoza, A
Coruña, Cádiz, Zamora, Santiago, Badalona, Valencia,
Ferrol.....tienen toda una serie de puntos nuevos en común: la
defensa de los colectivos más desfavorecidos, mediante el impulso de
planes de emergencia social, y la renta básica a la ciudadanía; la
lucha contra los desahucios y por la solución habitacional; la
auditoría de las cuentas municipales; la participación ciudadana;
la moratoria urbanística frente a la especulación; austeridad en el
desempeño de los cargos políticos y la rebaja de sueldos a la mitad
y menos de lo que cobraban sus predecesores. Hay muchos más puntos,
pero la garantía de su realización es, como advertía Ada Colau, la
movilización ciudadana: "No volver a bajar los brazos. Creedme
sí se puede".
firmado: Encarna R.Galacho
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