miércoles, 17 de junio de 2015

"ECHARNOS SI NO HACEMOS LO QUE DIJIMOS"

Estas palabras de Ada Colau, dirigidas a la multitud congregada con motivo de su investidura, marcan sin duda el signo del nuevo tiempo que vivimos. Nunca habíamos oído decir a un cargo político electo apelar de forma tan rotunda a la soberanía popular, al mandato imperativo, a la revocabilidad y al "mandar obedeciendo". Por ejemplo, ninguna petición de crítica a los ciudadanos con la acción de gobierno se hizo en 1979, con motivo de los primeros comicios locales postfranquistas y el pacto de izquierda postelectoral, suscrito en aquella fecha por el PSOE y el PCE, ni tampoco en los decenios que siguieron. Hay que convenir, sin duda y por ello, en la talla moral de Ada Colau, la primera alcaldesa de Barcelona, en los últimos 36 años. Pues el vuelco electoral de Barcelona se inscribe, claro está, en el vuelco electoral de las grandes urbes.



A tenor de los datos, de las diez grandes ciudades del Estado español solo repiten alcalde Bilbao (PNV) y Málaga (PP), y de las capitales de provincia el PP gobernará 19 y el PSOE 17, pero ninguno de los dos lo hacen en las tres ciudades más importantes: Madrid, Barcelona y Valencia. En cuanto al poder institucional sobre las poblaciones urbanas mayores de 50.000 habitantes, tenemos que el PP pierde nada menos que el regimiento sobre 11 millones de ciudadanos, al reducirse a 4,9 millones el máximo de 16 millones de ciudadanos, que obtuvo en los anteriores comicios de hace cuatro años. Y eso que el auxilio de Ciudadanos ha evitado que no fuese más a pique el PP; lo prueba el que Mariano Rajoy recurriese a Rivera para que el PP pudiese retener las alcaldías de las 4 capitales de provincia de la Andalucía oriental. Pues al no tener mayoría absoluta, el barrido del PP ha sido cosa factible para los pactos postelectorales del PSOE y las candidaturas de izquierda, calificados por el malhumorado Rajoy de "excéntricos y sectarios".




Los pactos postelectorales han seguido en parte la línea pactista del 79, como en el caso del acuerdo del secretario general del PSOE y el coordinador general de IU para prestarse apoyo mutuo en 277 municipios; junto a esta línea tradicional ha destacado el nuevo paisaje de las candidaturas de unidad popular, alineadas con Podemos, dado que esta formación rehusó participar con su marca en los comicios locales, y luego abocados a mantener un toma y daca con el PSOE para mejorar posiciones y sacar alcaldías. Además, el hecho de que el apoyo al PSOE de las candidaturas emergentes no haya sido a cambio de sillones sino de exigencias en políticas sociales y transparencia en la acción de gobierno es algo nuevo en comparación con el pactismo del 79. Precisamente por ello, los dirigentes y voceros del PP, en su desplome, no han dejado de vituperar los pactos que le dejaban fuera de juego, y de amenazar con los males de la "radicalidad", frente a la "estabilidad" de los cementerios.



En definitiva, los gobiernos locales triunfantes de Barcelona, Madrid, Zaragoza, A Coruña, Cádiz, Zamora, Santiago, Badalona, Valencia, Ferrol.....tienen toda una serie de puntos nuevos en común: la defensa de los colectivos más desfavorecidos, mediante el impulso de planes de emergencia social, y la renta básica a la ciudadanía; la lucha contra los desahucios y por la solución habitacional; la auditoría de las cuentas municipales; la participación ciudadana; la moratoria urbanística frente a la especulación; austeridad en el desempeño de los cargos políticos y la rebaja de sueldos a la mitad y menos de lo que cobraban sus predecesores. Hay muchos más puntos, pero la garantía de su realización es, como advertía Ada Colau, la movilización ciudadana: "No volver a bajar los brazos. Creedme sí se puede". 

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